Ciclistas, soledad y descargas eléctricas

Salir solo en bici, aunque aplicaría también a muchos otros deportes, es un arte. Chapeau por aquellos que lo hacen con regularidad. Y es que no se trata solo de hacer ejercicio físico, se trata también de un ejercicio mental. Un rito de paso que separa al ciclista genuino del que solo monta cuando hay grupeta, cafelito intermedio (marchando un flat white) y cerveza al final. Porque, en mi humilde opinión, estar solo en carretera o en una pista/senda de montaña, sin música, sin nadie a quien hablarle de tus problemas/dudas/entrenos, lloros al final al cabo, es casi un acto de valentía; y, lo que es mejor, un entrenamiento para la vida. Es como asistir a una clase de mindfulness pero sin necesidad de aplicaciones de 2,99€ al mes ni velitas aromáticas.

Resulta que hay estudios que demuestran que la mayoría de la gente no sabe estar sola. Ni quieta. La people no se debe caer bien a sí misma. No se aguantan. Leí hace no mucho en un artículo de La Vanguardia, que en un experimento con universitarios, les metieron en una sala durante 15 minutos sin móvil, sin libros, sin nada más que sus propios pensamientos. Tsssssss. Calladitos. Pero había un detalle interesante: en la mesa había un dispositivo que daba descargas eléctricas. ¿El resultado? Obvio. La mayoría de los estudiantes, el 75% para ser exactos, prefirió aplicarse calambrazos antes que quedarse a solas con su cabeza. Sí, así de mal estamos. Y lo que te rondaré, morena.

“Actitud pataliebre”: eso es lo que echo en falta en esta sociedad. Porque un ciclista que sale solo no necesita distracciones. No se autoflagela con descargas eléctricas; simplemente pedalea, escucha su propia respiración y firma un pacto silencioso consigo mismo, donde solo existen el sonido de las ruedas traccionando, el viento (y de eso, en Zaragoza, sabemos un montón) y, en contadas ocasiones, algún que otro “juramento” cuando un coche adelanta demasiado cerca. Por cierto, a esos, a los que pasan rozando, y a veces hasta pitan, mala gente, sí que les quitaba yo la radio y el móvil del coche, para que estando con ellos mismos, vieran lo mal que se caen y sintieran en su propia piel lo peligroso que es ser tan panoli. Traumitas. Por eso no van en bici ni empatizan con los que sí salimos a rodar.

Foto de un ciclista solo en Playa de Papagayo (Lanzarote). Me dio mucha envidia. ¿A ti?

De esto hablaban también en el podcast de Alex Fidalgo “Lo que tú digas”, muy bueno por cierto, en el episodio 439 con el historiador y antropólogo Josep María Fericgla. Decían que los estímulos que hace años recibía nuestro cerebro en seis semanas, hoy lo recibe en un día, siendo nuestro sistema nervioso el mismo, ¿cómo te quedas?, y reflexionaban sobre la incapacidad de la sociedad actual para estar sola, para soportarse sin estímulos constantes, para “parar” treinta minutos al día. Y aquí es donde los que practicamos deportes en solitario, ya sea pedalear, correr, navegar o pescar, entre muchos otros, llevamos ventaja. Porque nosotros sabemos lo que es perderse en los propios pensamientos, divagar sobre la vida mientras subimos un puerto, e incluso salir de casa con una crisis existencial, venciendo muchas veces a la pereza, y volver con una solución (o, al menos, con hambre, que en mi caso también computa).

A todos nos gusta sentir que pertenecemos a una comunidad; de hecho, influye directamente en nuestra identidad y en la percepción que tenemos de nosotros mismos. Aunque sea vistiendo cierta ropa ¿Eres más PAS NORMAL o VAN RYSEL?. BE A PATALIEBRE alma de cántaro. Me pierde la conversión… A lo que iba… que si eres de esos que alguna vez entrenan solos, la próxima vez que alguien te mire raro y te pregunte por qué sales sin compañía, sonríe (sin demasiados aires de superioridad, que nos conocemos) y dile que estás entrenando para no acabar dándote descargas eléctricas en una habitación vacía. Que sigan con su ruido. Nosotros, mientras, a rodar en paz.

¡Nos vemos en la carretera, o en la ciudad, pero sobre ruedas! 🚴‍♂️✨

Hasta la próxima Pataliebre,

Fruco.

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