El viento: en la bici como en la vida

Pedalear contra el viento y contra el miedo. La vida.

¡Hola, Pataliebres!

Si montas en bicicleta, sabrás que el viento es un compañero ineludible.  Más aún si vives, como yo, en Zaragoza. En unos tramos es un aliado invisible que te empuja con fuerza desde atrás, haciéndote sentir imparable, un fokin pro. En otros, es un muro invisible que te frena, te da una bofetada de realidad, obligándote a bajar la cabeza, apretar los dientes y jurar en vano. Pero la mayoría del tiempo, sopla de costado, forzándote a corregir el rumbo constantemente y convirtiendo cada pedalada en un ejercicio de adaptación y paciencia. Como la vida misma.

Hoy debería estar rodando en La Garba, primer reto del año, enfrentándome a 230 km de grava y mucho desnivel, pero la alerta por fuertes vientos en la zona me hizo cambiar de planes. ¿Miedo? Quizá. En lugar de luchar contra rachas de más de 80km/h, ayer decidí, en el último momento, y no sin antes darle muchas vueltas al asunto, cambiar el plan e ir entrenar al Pirineo, donde el clima prometía ser más clemente (esta palabra me recuerda mucho al seleccionador, la voy a utilizar más). A veces, la mejor estrategia no es resistirse al viento, sino aprender a moverse con él. Porque aunque no siempre podemos controlarlo, pero sí podemos elegir cómo enfrentarlo. Quizá las clases de vela de crío en un Optimist estén dando sus frutos ahora. Que sí, que lo estás pensando, mucha palabrería para decir que me he “cagado” y no he ido a la prueba. =)

Foto recibida en un mensaje de Instagram cuando comenté el viento durante la prueba.

En el mundo en el que vivimos hoy, los vientos no solo soplan en la carretera, sino también en la política, la economía y la sociedad. Aires intensos de incertidumbre y resistencia. Hoy nos dicen que compremos kits de supervivencia ante una posible guerra en Europa. Nos advierten de un futuro incierto mientras los poderosos mueven sus fichas en un tablero que poco tiene que ver con nosotros. Al menos conmigo. Rusia, Ucrania, Trump, Europa… titulares que, como ráfagas de viento, nos empujan en direcciones que no elegimos. La política del miedo funciona así: te dicen que la tormenta viene, que el suelo se va a abrir bajo tus pies, y luego te ofrecen la cuerda con la que te atan aún más fuerte. Nada nuevo bajo el sol.

Pero al igual que en la bicicleta, en la vida hay que elegir: dejarse arrastrar por los vientos de la incertidumbre o seguir pedaleando con la vista al frente. No podemos cambiar la dirección del viento, pero sí nuestra actitud ante él. Y si hay algo que el ciclismo nos enseña es a resistir, a encontrar placer en la lucha y a recordar que, tarde o temprano, el viento cambia. No quiero que olvidéis que la felicidad no siempre está en los grandes retos, sino en los pequeños hitos del día a día. En ese café caliente a mitad de una salida fría, en la charla con un compañero de ruta, en un paisaje que de repente te deja sin aliento. Todo esto lo viví ayer cambiando un super reto por una salida más terrenal. Son esos momentos los que construyen una vida plena, los que nos recuerdan que la grandeza no está solo en llegar más lejos, sino en disfrutar el camino.

Iván, Néstor y Miguel (Breveteros) en Nocito.

Así que, si hoy no has podido salir a entrenar por el viento, o vas a ir a comprar un kit de supervivencia, ponte cómodo/a con una sudadera que te guste, por ejemplo esa que te recuerda que eres parte de una tribu de inconformistas sobre ruedas. ¿no tienes ninguna? No te preocupes, descubre nuestras sudaderas orgánicas aquí y sigue rodando, en la bici y en la vida. Sal ahí fuera y pedalea, porque aunque el camino nunca será un camino de rosas, la aventura siempre merecerá la pena.

¡Nos vemos en la carretera, o en la ciudad, pero sobre ruedas! 🚴‍♂️✨

Hasta la próxima Pataliebre,

Fruco.

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